viernes, 16 de marzo de 2012

para estudiar

LA MASONERÍA Y LA CAÍDA DE PERÓN







Estamos asistiendo a la muerte del peronismo tradicional, con sus tremen­dos errores pero con los aciertos más grandiosos que conociera el país. Lo mismo ocurrió a la caída de otros dos grandes caudillos: Rosas e Irigoyen. El primero, a impulsos de legiones de tro­pas extranjeras que pasearon sus pen­dones por el centro de Buenos Aires gracias a la traición del masón Urquiza. Irigoyen también tuvo su gran trai­dor, Marcelo T. de Alvear cuyo abuelo, padre y hermanos fueron masones aquí en la Argentina, se inició en la Gran Logia Nacional de Francia, que respondía a las directivas inglesas. Estas lo instigaron a entrar en conflicto con la Iglesia Católica con motivo de la designación del Arzobispo de Buenos Aires, que pre­tendían para el ultra liberal y masón Mon­señor De Andrea, a lo que el Papa se negó.



Y así como Rosas lo tuvo a Urquiza, e Irigoyen a Alvear, Perón lo tuvo a Tessaire.



El Al­mirante Tessaire fue la puntada inicial de la gran apostasía al peronismo, a los trabajadores y a la independencia econó­mica y soberanía nacional.



Transcurría el año 1954. Perón había arrasado en las últimas elecciones al radicalismo por dos a uno. El país se recuperaba de la atroz crisis provocada por la terrible sequía de dos años que nos llevó a aceptar comer pan negro. La industria florecía desplazando importaciones. Se había construido el gaso­ducto desde Comodoro Rivadavia con el sólo esfuerzo del pueblo y el Estado.



El régimen aparecía inconmovible por muchos años. Pese a que los anglosajones pusieron todas las piedras nece­sarias para sabotear al país. La Iglesia, las Fuerzas Armadas, el Movimiento Justicialista apuntalaban un Estado só­lido y un pueblo feliz gozaba de la dignidad de seres humanos.



Pero la traición comenzó a infiltrarse en las filas peronistas. La Masonería acérrima enemiga del régimen como se constata en todas sus publicaciones, infiltró sus adeptos en el Movimiento, valiéndose, sin duda, de la proclividad de Perón y Evita a ser indulgentes con los enemigos. El masón Bevaqua Ministro de Salud Pública reemplazó al nacionalista Carrillo, eminencia científica reconocido mundialmente y puntal del peronismo de la primera hora.



El masón Méndez San Martín reemplazaba al profesor Dr. Ivanizsevivh. Mendé, de católico a divorciado y de sexo normal a homosexual máximo baboso conocido en el país se valía de sus artes para impulsar la defenestración de aquellas excelencias que hacían honor a la patria y enaltecían la figura de Perón. Mendé fue quizás el responsable de la muerte prematura de Eva Perón. La inducía a perseverar, pese a su enfermedad, en su agotadora tarea y fue quien proponía los médicos que debían atenderla, que siempre eran los más mediocres.



Cuando Carrillo logró que se consultara al mejor especialista del mundo, era ya demasiado tarde. Además apresuró su muerte imponiendo a un estudiante de radiología para aplicar los rayos, quien excediéndose en las aplicaciones le causó terribles quemaduras y apresuraron el avance del mal. Era preciso sacarse de encima lo antes posible a Eva Perón, porque era el freno a sus apetencias de destruir a Perón y al peronismo.



El Ministro de Marina, almirante García, también era un conspicuo miembro de la masonería al igual que Juan Atilio Bramuglia, el General Adaro, el Senador Soler y muchos otros.



Perón no creyó en el poder de la Masonería hasta que fue derrocado, e incluso lo denunció en su libro “La fuerza es el derecho de las bestias”. Tuvo su cuota de responsabilidad por haber nombrado a todos estos que le ocultaron su pertenencia a las logias, desoyendo las impugnaciones de los nacionalistas y especialmente la denuncia que le hiciera llegar Francisco Franco, de que los masones preparaban su derrocamiento.



Las infames y traidoras declaraciones de Tessaire el 5 de octubre de 1955 confirman que ya antes de encumbrarse en la máxima jerarquía peronista estaba destinado por la Masonería a la que pertenecía, a traicionar a su Presidente, al Movimiento Peronista de la que era el máximo dirigente como Presidente del mismo, a las masas peronistas y a la Iglesia Católica.



La traición de Tessaire, como la de Urquiza, es la de mayor magnitud de las conocidas en el país hasta ese momento. En esta Argentina del siglo XXI, eso es comida de todos los días, seguramente gracias a la enseñanza de aquellos traidores de antaño.



Cabe recordar que él fue quien organi­zó la célebre reunión del Luna Park para lanzar las más terribles y calumniosas acusaciones contra la Iglesia y sus Obis­pos, así como el masón Méndez San Mar­tín fue el creador de la UES, destinada a llevar a Perón contra la Iglesia acu­sando a los sacerdotes como insidiosos opositores. La Iglesia era la única Institución que podía romper la unanimidad de la opinión pública en favor de Perón, y a esa ruptura tendió la masonería me­diante sus infiltrados en el Movimiento Peronista, y otros numerosos dentro de la Iglesia. Fue él el artífice y pergeñador de la quema de la bandera argentina y endilgada a los católicos en el día de Corpus Cristi y el diseñador de la quema de los templos católicos a manos de sicarios pagados por esa masonería para atribuirlo a Perón.



El acto del Luna Park fue promociona­do en coincidencia de la visita del Car­denal Ruffini, delegado Papal al Congre­so Eucarístico de Rosario, ya programado desde hacía un par de años. El acto de neto corte es­piritista fue organizado con apresuramiento poco antes, haciéndolo coincidir con la visita de Ruffini, quien luego pro­testaría ante el vicepresidente Jazmín Hortensio Quijano. Perón al entrevistar­se con Ruffini confirmó su total adhesión a la Iglesia Católica. No intuyó el poder del ocultismo y cuando Franco le hizo advertir sobre la conspiración masónica para derrocar a los dictadores", le respondió: "a los masones los tengo en el bolsillo".



Ese acto constituyó un hito histórico en el programa para el derrocamiento de Perón, donde encontramos una íntima correlación entre la plutocracia internacional y el mundo ocultista, mundo del cual participaban muchos peronistas sin conocer sus rea­les finalidades o como traidores, actuan­do a sus órdenes. Poco a poco desde dentro de la Iglesia y desde dentro del peronismo, los agentes de la sinarquía fueron agriando las relaciones entre el Pueblo, la Iglesia y el Ejército, hasta lo­grar su ruptura, a partir del cual se pro­duce la anarquía, y la decadencia total del país: partidos políticos caóticos, Iglesia débil y hasta anarquizada y fuer­zas armadas transformadas en bandas armadas en lucha entra sí, contra el pue­blo y sometidos todos a los poderes In­ternacionales.



Así por ese camino se llegará, en noviembre de 1954, a la que el gran ma­són y espiritista Alberto Tessaire, en el mismo local del Luna Park, donde cuatro años antes se había producido el primer conato, lanzaría el comienzo pú­blico de la lucha contra la Iglesia, que culminaría el 16 de junio de 1955 con la quema de diez templos católicos, los cálices usados como recipientes de orín, los santos descabezados, los templos saqueados de todas sus reliquias, y hor­das de masones, espiritistas, comunistas, trotskis­tas, socialistas, todos bajo los vi­brantes y masónicos símbolos. Cabe hacer notar que los templos quemados fueron todos del microcentro de la capital, pero ninguno en el resto de la ciudad, de la provincia de Bs.As. o en el interior del país, ni en ningún lugar donde vivía la gente humilde que amaba a Perón.



Viene bien recordar un hecho acaecido cinco años antes en Santiago de Chile, y que refleja los planes largamente acariciados por la masonería de derrocar a Perón. Una delegación de la masonería ar­gentina participó de una reunión con los masones chilenos en 1950, con el objeto de coordinar su actividad contra el go­bierno argentino de Perón. Veamos una frase del discurso de recepción de la delegación argentina, pronunciada por el Herma­no Hernán Vaccaro Podestá en el salón de la Gran Logia Chilena, en Santiago de Chile:



"El Pueblo Masónico Chileno, respe­tuoso de vuestra jurisdicción Masónica ilustres Hermanos Argentinos, pero con amplio sentido de sus afectos por toda la Masonería Americana, mira atenta­mente el desenvolvimiento de vuestras actividades masónicas en vuestra gene­rosa tierra y, por qué no decirlo, con afecto sincero en esta oportunidad. Más de una vez la preocupaci6n ha invadido nuestros espíritus al veros sumidos en un terreno tan difícil, tan intolerante, tan contrarias a nuestras prácticas." "En la oscuridad de esta noche transitoria, los Masones Chilenos vemos en la Maso­nería Argentina el brillo de la luminosa luz que sabrá guiar, a masones y profa­nos, al terreno que siempre le ha corres­pondido en el concierto de las naciones de América." (Trascripto de la revis­ta "SIMBOLO", órgano oficial de la Ma­sonería Argentina, junio de 1950, pá­gina 179).



Aquí en este párrafo el dirigente ma­són chileno preanuncia con cinco años de anticipación el incendio de los tem­plos católicos de Buenos Aires: "En LA OSCURIDAD DE LA NOCHE TRAN­SITORIA, los Masones Chilenos vemos en la Masonería Argentina EL BRILLO DE LA LUMINOSA LUZ (el resplan­dor de los incendios) que sabrá GUIAR, A MASONES Y PROFANOS, al terre­no que siempre le ha correspondido en el concierto de las naciones". Traducido quiere decir que el incendio de Tem­plos por masones y no masones (pro­fanos) guiará al derrocamiento del go­bierno y el sometimiento del país a la OEA y demás organismos internaciona­les donde la Masonería ejerce su influen­cia como instrumento del imperialismo anglosajón. Tal como en la actualidad pretenden con la pobre Honduras.



Al caer el régimen, Tessaire, contan­do con la impunidad que le otorgaba su calidad de masón, y de acuerdo con los masones que formaban la cúpula de las fuerzas triunfantes, y cuyos méritos fueron gratificados por la Gran Logia Unida de Inglaterra que dispuso el ascenso al grado 33 a muchos jefes de la Revolución "Libertadora", resolvió por su propia voluntad, entregarse a las autoridades de esa Revolución. Hizo entonces las siguientes declaraciones (a continuación de estas) que fueron firmadas, y luego se avino a dar lectura de un documento-confesión que fue filmado y transmitido a la población por toda la prensa, por la televisión, radio y salas cinematográficas­.



Aparecería sólo en el film, durante 22 minutos dando lectura al texto de su infame traición, el documento más in­famante en los anales de la historia Argentina, cuyo contenido es necesario que la juventud de hoy conozca, y los pe­ronistas viejos recuerden aquella traición, especialmente hoy, en que hijos espirituales de Tessaire, agru­pados en lo que es actualmente este peronismo kirchnerista – y antes fue menemista o duhaldista o caffierista o...- consuman la gran apostasía.



El masón, rey de los traidores, Almirante Alberto Tessaire, Vicepresi­dente de la Nación, Presidente del Sena­do de la Nación y Presidente del Parti­do Peronista, desde cuya sede impartió la orden de quemar los templos sin el más mínimo conocimiento de Perón, os­curo punto que la Historia debe clarifi­car ya que la Revolución Libertadora no lo hizo.



Ese derrocamiento en donde la masonería inglesa y sus esbirros en el país de la manos del Almirante Tessaire jugaron un papel determinante, llevó al ilustre hermano grado 33 Winston Churchill a expresar en un jubiloso y exaltado discurso, decir "La caída de Perón es la mejor noticia que he recibido después de nuestro triunfo en la guerra ...”



Huelgan las palabras.



Dante Calori















DECLARACIONES DEL EX VICEPRESIDENTE TEISAIRE

EL 4 DE OCTUBRE DE 1955.





(Publicadas en días sucesivos en la prensa argentina en general)





La conducta de Perón como gobernante, su deslealtad para los que en él creyeron, su cobarde y vergonzosa deserción frente al adversario, abandonando al gobierno y a sus colaboradores (y no digo sus amigos, porque jamás abrigó sentimientos de amistad para nadie), me habilitan para la actitud que asumo. No tengo por qué guardar consideraciones para quien no las tuvo con nadie, ni aún con el país, de cuyos destinos dispuso a su antojo.



Algunos podrán preguntarse cómo fue que advirtiendo a mi alrededor tanta podredumbre moral e infamia no acusase en su momento al responsable directo de ese estado de cosas. Pero el sistema creado por Perón cerraba toda posibilidad de rebeldía, a crítica o disentimiento para los que no comulgaban incondicionalmente con sus ideas y sus planes. Porque quien lo hiciera, quien se atreviese a levantar su voz contra las directivas impuestas o servirlas con tibieza, era instantáneamente marcado como traidor, vendepatria u otras infamias por el estilo y perseguido en todos los terrenos juntamente con toda su familia. No importa que el disidente tuviese un prontuario limpio; no importa que su vida pública y privada resplandecieran de honor y pureza. Presentar las cosas al revés fabricando las pruebas difamatorias para demostrar que el “alzado” era un delincuente, un corrompido, un traidor,era cosa fácil en un régimen sin escrúpulos ni conciencia. Adviértase que no sólo estaba en juego el riesgo físico, que en cualquier hombre que se precie de tal afronta con entereza; no, era algo mucho más grave y tremendo: era quedar expuesto a la cárcel y el deshonor, y desencadenar la persecución más despiadada sobre amigos y familiares. El dar, pues un paso así, comprometía la libertad, el honor y los bienes propios y familiares. Discrepar con Perón fuera del peronismo implicaba sus riesgos; pero disentir con él dentro del partido o del gobierno era exponerse a todos los males y perjuicios que la razón humana puede imaginar. Cuando se lucha contra un adversario leal. Por duro e implacable que sea, rigen leyes de juego que se respetan. Pero frente a Perón, que sólo sabe utilizar golpes prohibidos, valiéndose de recursos de maldad, la lucha, dentro de sus propias filas, resultaba una empresa suicida. Se explica así que muchos hombres que ocuparon posiciones prominentes en el régimen y fueron arrojados por la borda sin explicaciones, guardasen prudente y cauteloso silencio acerca de sus experiencias del gobierno, sin atreverse a abrir la boca frente a los ataques e insinuaciones injuriosas de los voceros oficiales.



UNA PRESENTACION ESPONTANEA



Por los conceptos que dejo expuestos es que, al hacerse cargo de la presidencia de la Nación el señor general Eduardo Lonardi, en la Capital Federal , me presenté voluntariamente para ponerme a sus órdenes y ser sometido –si así lo estimara conveniente el nuevo gobierno- a la investigación que se deseara realizar sobre mis actos, ya que no tenía nada que ocultar.



Fui detenido e incomunicado, y dejo constancia que durante los días que permanecí en esa situación, fui tratado con toda consideración, por lo cual expreso mi agradecimiento. Pude ausentarme del país o asimilarme en cualquier embajada extranjera, para lo cual recibí sugestiones e invitaciones, pero yo he preferido quedarme aquí y no seguir el desgraciado ejemplo dado por Perón en ese sentido, quien después de utilizarnos, engañarnos, y entregarnos, se fuga en un barco de guerra extranjero, lo que equivale a una traición a sus partidarios, a sus compatriotas y al país.



Me considero obligado a denunciar la conducta de Perón, que hizo derramar sangre argentina de obreros, soldados y ciudadanos, para huir en el momento más álgido de los acontecimientos y cuando todavía las cosas no estaban decididas. Huyó mientras los trabajadores gritaban y daban “la vida por Perón”; pero Perón no supo, no fue capaz, tuvo miedo de exponer la suya por los obreros. Abandonó al Partido Peronista, su propio partido que siempre le acompañó con lealtad y sacrificio, pero él no supo ser leal ni sacrificarse por su partido. También abandonó a las mujeres partidarias, que tanto creían en él; pero él nunca creyó en ellas.





ASILADO BAJO BANDERA EXTRANJERA



Se ha asilado bajo bandera extranjera, hecho único en la historia nacional, puesto que los dos únicos presidentes constitucionales derrocados por revolución, Irigoyen y Castillo, no obstante su avanzada edad, afrontaron la situación con entereza y asumieron la responsabilidad de su magistratura frente a quienes encabezaron aquellas sediciones. Perón, en cambio, contra todas sus manifestaciones de hombría, de coraje, de valor, no ha sido capaz de afrontar la responsabilidad que le correspondía; ha tenido miedo. Bonito ejemplo nos ha dejado el famoso “conductor”. El “lider”, el “libertador”, a quien nosotros hemos idealizado y ensalzado con un candor y buena fe increíbles. Digo todo esto para que no existan en el futuro, en un pueblo sano, puro y bien intencionado como el nuestro, ídolos tan falsos como Perón.



Frente al silencio y la deserción de Perón considero que hablar es para mí un deber inexcusable. No eludo ninguna responsabilidad, ni busco atenuar las que puedan alcanzarme. Pero tampoco eludiré manifestar la verdad aunque las cosas que se digan resulten duras y amargas.



Para someter al pueblo, las instituciones y los hombres a su arbitrio, Perón creó e impuso –valido de su preponderancia de jefe de Estado—un sistema que está calcado de los peores regímenes totalitarios, organizando un aparato de represión de alcances inaudítos. Es decir, que fingiendo ideales democráticos y bajo la apariencia de una estructura democrática, construyó un sistema de dominación personal que no tiene precedentes. La verdad es que Perón no compartió el poder con nadie y, por lo tanto, las responsabilidades de su gobierno son exclusivamente suyas y de los que puedan haberse prestado –por sumisión, ignorancia o complicidad—a fraudes o dolos administrativos.





EL UNICO RESPONSABLE: PERON



Pero nadie puede llamarse a equívocos, hay un solo responsable de todo: Perón. Hay uno solo que inspiraba y ordenaba: Perón. No consintió ni admitió a nadie que lo aconsejase o ayudase y, por lo tanto, a nadie puede culparse del desastre sino a él.



Mucha gente humilde y de buena fe creyó en su lealtad hacia el pueblo, en su sinceridad, en su honradez. Es a esa gente a la que me dirijo para advertirles del error en que vivían, de la mentira en que creyeron, del engaño de que han sido víctimas. Algunos ya lo saben, lo han percibido a través de su fuga, de su traición cuando estábamos en medio de la batalla, defendiéndolo a él, a costa de nuestra reputación y de nuestras vidas. Pero todavía puede haber quienes duden, porque la comedia ha durado varios años, y en tan largo plazo cualquier mito, cualquier cuento, prende en el espíritu siempre crédulo e inocente del pueblo.



Es para esclarecer la conciencia de ese pueblo, para que sepan la verdad sobre Perón, dicha por quien siente como un imperativo la obligación de abrir los ojos y la mente de sus compatriotas.



Comenzaré a referirme a mi retiro de la dirección partidaria, impuesto por Perón, que se resistía a comprender que la falta de fervor en sus adictos obedecía a los desaciertos de su gobierno, atribuyéndola, en cambio a la falta de adhesión a su persona. Pensaba, seguramente, que la política de “brazos caídos” de sus amigos era obra de un “sabotaje” mío, cuando era la simple consecuencia de la pérdida de fe por los descalabros de su gestión política.



La crisis partidaria fue, como es lógico una consecuencia de la crisis política argentina. Se origina principalmente en la inmoralidad administrativa y culmina con la agresión contra la Iglesia , cuya iniciación nace del despecho que le produjeron a Perón los éxitos de público en los actos estudiantiles secundarios de Córdoba, frente al fracaso de los mitines organizados por la UES , creada por él como instrumento político. Pero como Perón no podía arrastrarnos a la lucha anticatólica con ese pobre argumento, fabricó la leyenda de la intromisión clerical en la política, a cuyo efecto inventó hechos imaginarios, exhibiéndonos elementos de juicio totalmente falsos. Embaucados de esa manera, se produjo el acto del Luna Park, donde algunos oradores --haciendo fe en su palabra y en sus afirmaciones—censuramos esa intromisión de la Iglesia en la política, sin advertir –hasta días después—que todo era un fraude cuidadosamente preparado por el ex presidente, cuya fingida indignación era parte de la comedia representada.





QUISO EXPROPIAR LA CATEDRAL



Posteriormente, Perón intentó arrancar de las Cámaras legislativas una ley de expropiación del templo de la Catedral , a cuyo efecto le hizo presentar un proyecto a su ministro Méndez San Martín que, se empeñó personalmente en prestigiarlo. Pero varios nos opusimos terminantemente a ese propósito, evitando que se consumara otro atropello contra la Iglesia. Ya estábamos en antecedentes de la verdad del problema y esta vez Perón no pudo sorprendernos con otro engaño.



En lo referente a su desaprensión por la vida democrática, basta mencionar la circunstancia de querer eliminar al Partido Conservador y al Partido Socialista del panorama cívico argentino, por el solo hecho de no haber concurrido a las elecciones de 1954. Su entusiasmo por este cercenamiento cívico fue enorme y tan sólo por la intervención mía y de otros integrantes del Poder Ejecutivo, tal propósito no se llevó a cabo.





LA QUEMA DE LA BANDERA



Con respecto al caso de la bandera quemada, verdadero estigma del gobierno ejercido por Perón, debo claramente determinar las siguientes circunstancias: las banderas del Congreso Nacional no se encuentran izadas mientras no hay sesiones, por lo tanto dichas banderas se encontraban a buen recaudo. Las banderas argentinas y del Vaticano izadas eran evidentemente llevadas a tal fin, y luego de izadas fueron retiradas, encontrándose actualmente en mi poder y en el del doctor Benitez (presidente de la Cámara de Diputados de la Nación ). En consecuencia, la verdadera bandera quemada fue otra llevada ex profeso al lugar de los hechos y luego quemada. Considerando el cúmulo de circunstancias existentes, es mi convicción más profunda que dicha felonía se ejecutó no sólo con la autorización de Perón, sino bajo su inspiración. Este hecho de por sí incalificable, se vio agravado por el verdadero sacrilegio de tener que rendirse homenajes de desagravio en todos los organismos, instituciones y reparticiones nacionales, constituyendo dichos actos una verdadera tortura espiritual para la ciudadanía, que presentía esta patraña de Perón.



Con respecto a la dedicación de Perón a las funciones de gobierno, debo expresar que desde hace un año había prácticamente abandonado los asuntos de Estado para dedicarse a pintorescas actividades deportivas, artística, etcétera. Además, desde el año 1952, prácticamente se extinguió el impulso del gobierno, decayendo la conducción del Estado.





LA ALIANZA LIBERTADORA NACIONALISTA Y LA CGT



En cuanto a la Alianza Libertadora Nacionalista, constituía una verdadera fuerza de choque, totalmente ajena en su naturaleza y finalidad a lo que debe ser una agrupación o partido político. Tal organismo o fuerza de choque era utilizada para emplear la violencia, no sólo contra sus adversarios políticos, sino como tribuna insolente contra sus propios correligionarios. Dicha Alianza Nacionalista era subvencionada y dirigida por el propio Perón. Además, debo agregar, en este orden de ideas, que era verdadera intención de Perón armar a la CGT , y no sólo eso, sino convocar a una movilización militar no por clases, sino por llamados individuales, eligiendo por supuesto, a ciudadanos totalmente incondicionales a su persona.



En cuanto a la forma en que Perón ejercía el poder, debo significar que él conocía absolutamente todo y manejaba todo, hasta cosas muy chicas y generalmente de mala fe. Nada de lo que el gobierno de Perón ha ejecutado, sea cual fuere la naturaleza de los hechos ocurridos, se ha llegado a concretar sin el consentimiento directo de Perón. En consecuencia, hemos asistido a un ejercicio del poder con el que no se gobernaba, sino que se ordenaba. Por lo tanto, al dedicarse Perón a la UES , el deporte, los artistas, etcétera, nadie se ocupaba de los asuntos trascendentales de gobierno, nada se resolvía, todo se atrasaba, todo se dejaba para luego, ya que nada podía resolverse sin su visto bueno.



En homenaje a la más estricta verdad, por muchos presentida pero por mí bien conocida, debo destacar que Perón carecía absolutamente de sentimientos. Sin sentimientos para la madre, para la esposa, para el hermano, para nadie, solo tenía el sentimiento del odio, sentimiento sensualista y codicioso. No quería al país.





LA MAS GRANDE ESTAFA A SU PUEBLO



Por lo tanto, Perón ha cometido la más grande estafa a su pueblo: lo ha estafado en sus sentimientos, en sus ilusiones y hasta en su decoro. Cuando tuvo todo, no fue capaz de defender nada y el pueblo puede tener la seguridad de que Perón no volverá.



Todas estas verdades deben ser tenidas muy en cuenta por toda la ciudadanía, y en lo referente a los obreros, deben estar persuadidos de que las mejoras obtenidas constituyen un derecho que todo gobierno reconocerá, no fueron favores de Perón, sino conquistas merecidas y legítimas de la clase trabajadora.



Los permisos de importación y de exportación, por ejemplo, estaban casi exclusivamente en manos de un monopolio de tres personas: Jorge Antonio, Tricerri y Amar, cuya investigación conducirá sin duda alguna al verdadero culpable, a través de un intrincado dédalo de complicidades concordantes y coincidentes. También se premiaba con permisos de exportación a gente totalmente ajena al comercio y la industria: actores o actrices; deportistas y paniaguados del ex presidente, que recibían estas órdenes de pago de sus elogios a Perón, revendiéndolas a los verdaderos interesados, que debían luego recargar los precios de sus mercaderías para resarcirse de los gastos en perjuicio del pueblo consumidor.



Cuando los acontecimientos estrechan su cerco alrededor de Perón y siente los impactos de la opinión pública, agraviada por la quema de la bandera y de los templos, proyecta su penúltima farsa: el ofrecimiento de su renuncia al partido y la CGT , en un documento que es modelo de hipocresía y simulación. Su actitud precipitó la mía y de otros altos funcionarios y magistrados, que advertimos que con ello se evitarían al país los trágicos días subsiguientes y creíamos en la sinceridad de su resolución, de la que nos dio cuenta por anticipado y con aparente lealtad.





PERON EL 31 DE AGOSTO



Horas más tarde y en medio del estupor, Perón rectificaba su actitud y pronunciaba la vociferante arenga del 31 de agosto, desde los balcones de la Casa Rosada. Nos había hecho creer que iba a decir otra cosa, a justificar su renuncia y declarar que si la gente estaba de acuerdo, iba a continuar. Pero nos quedamos fríos cuando habló, cuando dijo que había “que matar cinco adversarios por cada uno de nosotros”, y pensamos: esto , ¿qué es?



En esa circunstancia, preparé y redacté mi renuncia indeclinable dispuesto a sostenerme en la actitud públicamente asumida. Declaraba en ese documento –que no llegué a presentar porque el pudor me imponía abandonar un gobierno en plena bancarrota-- que si Perón se desdecía de su ofrecimiento, yo mantenía lo dicho. La intervención de algunos amigos, su insistencia en advertirme las circunstancias poco propicias para una resolución de esta naturaleza, que sólo agravaría las cosas, me disuadieron a última hora, de esta decisión.



No he de terminar estas palabras sin formular un llamado de advertencia a aquellos espíritus fanáticos que se empeñan aún en seguir aferrados a un ídolo. A ellos deseo dirigirme, especialmente, para que luego de estas palabras mediten, reflexionen y arriben a la conclusión de que nada puede ser superior a la patria misma y que todos los argentinos, como exponentes de una ciudadanía sana, deben extraer de esta dura lección la firme decisión de mirar hacia el futuro feliz de la Nación sin idolatrías de ninguna especie.



Finalmente, estas declaraciones involucran mi renuncia a formar parte del Partido Peronista, renuncia que ha sido enviada por la vía correspondiente.









APENDICE DE DOCUMENTOS DEL

“LIBRO NEGRO DE LA SEGUNDA TIRANIA ”

“Comisión Nacional de Investigaciones, documentación, autores y cómplices de las irregularidades cometidas durante la segunda tiranía”

Decreto Ley 14988 del 16 de agosto de 1956

Edición de la Imprenta del Congreso de la Nación – 1958-

































Aquel Corpus Christi de 1955



por Mario Caponnetto





Un día como hoy, el 11 de junio de 1955, se realizó en Buenos Aires la Procesión de Corpus Christi cuya festividad litúrgica se había celebrado dos días antes, el 9 de junio. Fue un sábado, por la tarde. Una tarde fría y destemplada como son casi todas las tarde porteñas del final de otoño.



¿Qué ocurrió aquel lejano día de Corpus en Buenos Aires? La tiranía peronista, próxima a su fin, había llegado al paroxismo de su ruindad y de su locura. A la falta de libertad, al encarcelamiento de los adversarios políticos, al latrocinio de los jerarcas del régimen y a la corrupción de la juventud, la tiranía había sumado, desde varios meses atrás, una torpe persecución a la Iglesia Católica.



Los medios de la época, controlados férreamente por el Gobierno, fogoneaban, día a día, una campaña tendiente a presentar a la Iglesia y a los católicos como los máximos enemigos del pueblo, culpándolos de todos los males y azuzando a la opinión pública contra ellos. El Parlamento, dominado por una mayoría adicta al régimen, había derogado la Ley de Enseñanza Religiosa en las escuelas públicas (establecida en 1943 durante el Ministerio de Martínez Zuviría) y aprobado la ley de divorcio. Dos obispos habían sido detenidos, primero, y luego expulsados del país; varios más fueron encarcelados. Los católicos vivíamos en un clima de opresión, de hostigamiento constante: hasta la asistencia a misa resultaba en extremo peligrosa. En suma, un Gobierno de neto corte populista con oscuras conexiones masónicas, devenido en verdadera tiranía.



Frente a esta situación la reacción católica fue unánime. Rompiendo la barrera del miedo, desafiando las iras gubernamentales y exponiendo la libertad e, incluso, la vida, los católicos organizaron y llevaron adelante una firme resistencia civil. Fueron meses de grandes luchas y de duros enfrentamientos.



La movilización católica fue total, orgánica, masiva. Las misas vespertinas, sobre todo en las iglesias del centro de Buenos Aires, atraían multitudes (desde luego, no todos asistían por verdadera devoción, pero asistían) las que, tras la misa, ganaban las calles porteñas en contundentes manifestaciones que terminaban, casi siempre, disueltas, incluso a tiros, por la Policía o por los grupos de choque del Gobierno. Se necesitaba no poco valor para enfrentar a la tiranía. Pero el miedo no prevaleció y poco a poco el poder del régimen se fue erosionando. El catolicismo, organizado, de pie, se hizo, pues, la vanguardia de la resistencia que, finalmente, logró derribar el nefasto régimen.



Pues bien, culminando esta estupenda resistencia, aquel 11 de junio de 1955, miles de fieles se reunieron en la Plaza de Mayo a pesar de que el Gobierno había prohibido expresamente la tradicional procesión de Corpus. En filas compactas, la multitud avanzó, portando la Cruz y los estandartes, entonando cánticos religiosos, rezando el rosario… Fue un magnífico testimonio de Fe y de amor a la Patria. La columna de fieles avanzó por Diagonal Norte, a paso sostenido, sin ningún incidente, en medio de un fervor que crecía minuto a minuto, cuadra a cuadra. El punto final fue la Plaza del Congreso. Allí, sí, los sicarios del Gobierno protagonizaron un hecho vergonzoso: un grupo de agitadores y provocadores, infiltrados en nuestras filas, quemó una bandera argentina en un burdo intento de atribuir ese crimen a los manifestantes católicos. La maniobra fracasó pero la afrenta a la bandera quedó como una de las manchas más grandes de aquella tiranía. Perón fue un General que ordenó, o consintió al menos, que se quemara una bandera nacional para enlodar a quienes resistían su régimen. No debemos olvidar esto. Años después se aliaría a la guerrilla para acelerar su retorno al poder. Luego la echó de la Plaza. Pero ya era tarde.



Pero volvamos al Corpus de 1955. Fue algo inolvidable. Con mis apenas 15 años participé de aquella estupenda manifestación de Fe y patriotismo. No puedo dejar de evocarla, hoy, cincuenta y cuatro años después, también en un día de Corpus (aunque la celebración de esta gran Festividad de la Sangre y el Cuerpo de Cristo se traslada al domingo siguiente, ella propiamente cae en jueves, el que sigue a la festividad de la Santísima Trinidad ).



Con los recuerdos se entremezclan sensaciones diversas: gratitud a la Divina Providencia por haber sido testigo de esos hechos, nostalgia de un catolicismo militante y varonil, pena profunda por la Patria sometida, hoy, a otra tiranía.



No quiero ofender a nadie ni menos renovar las heridas de nuestras discordias.



Sólo me pareció que no podía dejar pasar este día sin recordar aquel Corpus de 1955 en que los católicos argentinos fuimos capaces de levantar bien alto el estandarte de la Cruz y poner en fuga a un tirano que en su delirio se atrevió a afrentarla.



Buenos Aires, 11 de junio de 2009

Festividad de Corpus Christi



***

“No quiero ofender a nadie ni menos

renovar las heridas de nuestras discordias”.



Más de medio siglo ya ha pasado de los sucesos del '55. Yo tenía diez años. Vi los combates entre los aviones. Mi madre vio al trolebús quemándose en Paseo Colón. A un pariente mío le ametrallaron su piso en la esquina de Gelly y Obes y Copérnico. Aun conozco algún que otro militar en el que perdura - pese a todas las cosas que ocurrieron en el país a lo largo de esta media centuria - un odio enfermizo contra Perón.



Está bien, generalmente sucede en la psiquis, que se comienza a justificar las acciones anteriores, aun sabiendo que fueron erróneas (Freud), aunque por supuesto que existieron / existirán casos de abandonar el camino equivocado (Alberdi: “El crimen de la guerra”).



El caso de Caponnetto, me asombró. Tengo entendido que año más año menos, tiene mi edad, pero el escrito sobre el Corpus Christi del 55, pareciera haber sido escrito por algún enfermo protagonista de esos años.



Más de trescientos muertos civiles y chicos fueron atacados sorpresiva y traicioneramente por aviones en el que estaban pintados el emblema de “Cristo Vence”. Gran “favor” le hizo la ¿masonería? y/o también esa mentalidad pacata de unos cuantos argentinos, en que era “bien” ser antiperonista, a una Iglesia que en algunos años más tarde iba a ajustarse a un Concilio Vaticano II, tema, éste, que podríamos llegar a estar de acuerdo con Caponetto. En este sentido, ¿qué podrían pensar los deudos y los heridos (muchos de ellos mutilados, obviamente, de por vida, de los “católicos” atacantes?



La Revolución Libertadora, con sus militares y sus “comandos civiles”, con Horacio Sueldo (democristiano), Miguel Ángel Zavala Ortiz (radical), Horacio Thedy (demócrata progresista de Santa Fe), y su respaldo de la partidocracia liberal (desde la UCR hasta el PC), con sus protagonistas nefastos y sucios (carta del grl. Franklin Lucero al calte. Francisco Rojas, donde denuncia sus antecedentes penales – y “limpiados” –, o de un grl. Aramburu que le pedía a un pariente mío, general y radical, a ver si podía pedirle a Perón, un permiso para traer un auto de EEUU), con sus persecuciones y fusilamientos (hasta de miembros – militares – de una banda del Ejército ¿cuál podía ser su peso político?), con su adhesión al F. M. I. (1956), marcó la senda de la posterior “grandeza” de la Argentina.



Ya han pasado muchos años y mucha agua pasó bajo el puente. He visto las iglesias quemadas, todas ellas, en Buenos Aires, y todas ellas “bacanas”, pero no he sabido de ningún “curita” que haya tratado, aunque sea con un mísero balde, tratar de apagar los fuegos (esto me lo dijo en su momento, un cura). La pregunta es: ¿Por qué no se quemaron iglesias en la Matanza , en Lomas de Zamora, en Lanús…?



Para un católico practicante y nacionalista y que, en principio se opone a la “partidocracia” argentina, como prejuzgo que es Caponnetto, le ha de resultar difícil comprender el fenómeno que engendró el Concilio Vaticano II, llamado “tercermundismo”, con su Biblia Latinoamericana y su “teología de la liberación”, en que se legitimó el accionar de la guerrilla en la América , al menos de habla, hispana (confesiones del ex guerrillero Lic. Luís Labraña, en donde relata como se fue “formando” con curas “progresistas”). Desde el punto de vista de un argentino e independientemente de la fe que se tenga ¿ la Iglesia Católica Apostólica Romana defiende orgánica, real y eficientemente, lo nacional o responde, más a su “catolicismo” (sinónimo de universal) y nosotros los argentinos somos una pieza más en el ajedrez que, principalmente, se llama Europa.



Lamento, finalmente, que existan personas que, en la actualidad, se adhieran apasionadamente (odio) a una psicosis enfermiza propia de algunos sectores de la generación anterior.



Ricardo B. Molina Figueroa

Buenos Aires

Argentina

25 JUN 09





Las heridas no se cierran y así el cuerpo lamentablemente perecerá





Esta es la historia real de los desencuentros de los últimos sesenta años.

El infame y cobarde bombardeo a la población civil el 16 de junio de 1955 con la excusa de matar a Perón, causó la muerte de 308 argentinos inocentes. Hubiera sido mucho más simple que un grupo comando lo ejecutara, si después de todo estaban decididos a jugarse la vida. En realidad el objetivo era mucho más ambicioso. Había que crear el caldo de cultivo para lo que vino después.


Este crimen horrible fue respondido con otro más espantoso, porque en el primero se atacó al hombre , pero en el segundo se buscó atacar a Dios, cuando iglesias católicas fueron quemadas y profanadas por turbas enceguecidas. Luego los hechos se fueron concatenando hasta derivar en la caída del gobierno del General Perón y los posteriores fusilamientos del 56, el plan Conintes y la persecución y proscripción al peronismo, los sucesivos golpes militares, la iniciación de la guerra subversiva, el advenimiento del terrorismo marxista montonero y erpiano que asoló al país, el golpe del Proceso, la guerra de Malvinas y como corolario esta parodia llamada democracia.

Todo esto no fue otra cosa que la consumación de un plan brillante ideado por los enemigos de siempre de la Patria , con la colaboración extraordinaria de los cipayos autóctonos.

En todos los hechos relatados, el factor común siempre ha sido la masonería oculta en los estamentos del poder real y el virtual. La que estaba dentro de ese gobierno peronista y también en la oposición y en la Iglesia. Ellos fueron los grandes maestros que plasmaron todos y cada uno de esos hechos terribles, que sólo contribuyeron a terminar definitivamente con las esperanzas de tener una patria justa, libre y soberana.

Ese bombardeo fue obra de ellos, la quema de las iglesias fue obra de ellos, la revolución fusiladora fue obra de ellos, los golpes sucesivos fue obra de ellos. Las acciones de la subversión fue obra de ellos, el Proceso fue obra de ellos, la derrota de Malvinas fue obra de ellos y este mamarracho pseudodemocrático es obra de ellos.

En todos los casos usando a ilusos, a los miles de Gungadines, como dice mi querido amigo Marcos Eberle, que les hicieron el juego y a quienes luego destruyeron como forros viejos. Todo condimentado con una población indiferente, inculta, ignorante, ingrata y sobre todo, soberbia.

Y si todo eso es muy triste, lo es más porque lo siguen haciendo y seguirán así hasta que de esta nación no quede más que los recuerdos y las referencias en los Atlas viejos.

Si se quiere saber por qué tanto odio a la Argentina , hay que buscar qué tenía nuestra patria para hacerla tan codiciable y luego indagar sobre los que se han adueñado de ella en estos últimos años y se tendrá la respuesta.



Nuestras vidas fueron marcadas por hechos a los que ni siquiera tuvimos la ocasión de poder incidir para evitarlos. Yo tenía 4 años cuando fue derrocado Perón y lo viví en Alta Córdoba en la casa de mis abuelos maternos, en el corazón de los bombardeos entre los leales que apostaban en el ferrocarril Belgrano y los rebeldes que lo hacían en el río Primero. Cuatro cuadras al norte y cuatro cuadras al sur nos separaban de los cañones de ambos lados. Esos días fueron terribles para mí. Jamás he podido olvidarlos, como tampoco olvidaré el dolor de mis padres por ese golpe que ha traído décadas de sufrimiento a la Patria.



Mi padre era médico, profundamente nacionalista, públicamente jugado por el Eje al igual que mi mamá. Ambos provenían de familias sustancialmente católicas y ellos lo eran con profunda devoción. Esa devoción nos fue inculcada desde infantes y gracias a Dios la hemos mantenido en la forma más tradicional, esa que ahora es una cuestión de vergüenza para los miembros de nuestra santa Iglesia.


A medida que crecía me fueron guiando acerca de los hechos vividos en esas jornadas oscuras para la patria y aseguro que su perspectiva era diametralmente opuesta a la de los vencedores de la Libertadora , otrora seguidores de la Unión Democrática , donde todos los que jugaron a favor de los aliados se unieron para destruir al Coronel fascista. El que encarnaba a los nacionalismos derrotados en la segunda guerra mundial, al decir de los masones Churchill y Eleonor Roosevelt. Esos vencedores que eliminaron a su conductor Lonardi a tan sólo dos meses del famoso “Ni Vencedores ni Vencidos”.



Jamás se resignaron a que se les escapara esta nación de sus garras. Veían que se erigía en una potencia, para colmo líder entre sus pares americanos que la veían como la redención a tantos años de opresión y eso les escupía el asado que tan maquiavélicamente habían montado en décadas de conspiración.



Y así fue que repitieron lo que tan buenos resultados lograron con la Iglesia , la infiltraron y buscan su destrucción desde adentro. Esa que ha sido envenenada desde adentro por la masonería que trajo el Vaticano II y con él a los curas marxistas de la teología de la liberación, la desacralización de movimientos seudoespirituales neoprotestantes, la misa del Novo Ordo y la apostasía previa a la abominación de la desolación.



Eso lo pudieron hacer porque el destino jugaba en contra nuestra y el cáncer al que vivaban esos libertadores, se llevó puesta al muro de contención de sus planes.



Cuando lograron su sueño largamente ansiado, dieron rienda suelta a su acción subversiva y se metieron como una cuña de lleno en el corazón del gobierno como ya antes lo habían hecho en la Curia y en sectores de las FFAA y desde todos los frentes iniciaron el ataque final.

Perón que hasta ese momento había tenido una relación excelente con la Iglesia no vio la maniobra y sin querer les hizo el juego. Cuando se percató de la trampa era demasiado tarde y ya no tuvo posibilidades de retroceder. Lo intentó pero los conspiradores habían copado todas las líneas y encima hasta tenían a un buen hombre como Lonardi y muchos nacionalistas de su lado. Este también se dio cuenta tarde de cómo los usaron de forro y la muerte lo sorprendió con el daño hecho.



Lo que vino después es ya historia harto conocida. La patria jamás pudo recuperarse de tan formidable y artero golpe.

La única verdad es la realidad fue uno de las más formidables citas de Perón y eso nos dice que la realidad de los hechos históricos nos van llevando inexorablemente al abismo de la autodestrucción. Todo ese menjunje de amanuenses, traidores, cipayos, oportunistas, vividores, forros, rastreros, han logrado finalmente darle la victoria a ese enemigo diabólico que tan diestramente movió sus piezas en este ajedrez infernal.



Los argentinos no aprendemos más, me he cansado de decirlo por más de cuarenta años, pero ahora ya no tenemos más opciones. Insistimos terca y porfiadamente en perder todas las oportunidades que Dios en su infinita misericordia nos ha dado. Pero qué cierto es que Dios no ayuda a boludos.



Perón que a pesar de sus errores humanos estuvo siempre muy por encima de la inteligencia media de este pueblo troglodita, lo entendió así y tan pronto regresó de su destierro, movió las piezas de tal forma que de haber contado con un pueblo como el alemán, seguramente nos hubiera significado la salida del encierro tramposo. Pero como siempre a lo largo de la historia, no estuvimos a la altura de las circunstancias y una vez más fallamos asquerosamente.



Me pregunto, qué diferencias existen entre el odio de los kirchner y su repugnante banda de asesinos terroristas marxistas y aquellos muchos que a lo largo de toda la vida han alimentado nada más que el resentimiento y la venganza. Por ventura, ¿podemos sinceramente y con una mano en el corazón, creer que saldremos adelante con tanta inquina, con tanto rencor profundamente anticristiano?

De ninguna manera. Nuestro Señor nos enseñó que si de verdad queremos su perdón, antes que nada vayamos a reconciliarnos con nuestro hermano para después aspirar a su misericordia. Eso no lo podemos esperar de los kirchner y sus orcos porque son profundamente anticristianos, pero si es obligación de quien se precie de verdadero católico.



Si la Iglesia en su infinita sabiduría lo perdonó a Perón, el que se arrepintió de verdad de sus pecados y dio muestras acabadas de ello, quienes somos nosotros para no hacerlo si somos tan pecadores como él, y seguir removiendo la mierda de ese pasado.

Este camino no nos conduce a nada bueno. Si tan sólo pudiéramos entenderlo y deponer las armas ante aquellos que piensan, sienten, desean, sueñan y anhelan lo mismo y levantarlas con los verdaderos enemigos, esos que disciplinadamente no descansan para lograr sus objetivos.



He repetido miles de veces que me siento más a gusto con quienes otrora fueron adversarios que con muchos de los que supuestamente militan en mi mismo movimiento, sin embargo no todos lo ven igual y rechazan visceralmente la mano tendida para que juntos podamos aunar nuestros esfuerzos y lograr salvar a nuestra patria.



Hay valiosísimos hombres peronistas honestos, capaces, profesionales brillantes y profundamente católicos, heroicos soldados que dieron su vida por la patria que están presos sin justicia y son peronistas, que podrían aportar a un esfuerzo común todas sus potencialidades para el bien común y la grandeza de la patria, junto a todos aquellos de otras raíces ideológicas no marxistas.

Pero todo eso queda absolutamente abortado ante la negativa obscena de muchos que se dicen nacionalistas y católicos de permanecer en ese odio inconducente y destructor.



Creo que nuestra sentencia ya está en firme.



Confío en que sepan interpretar mis pensamientos volcados al papel y al menos los que así lo vemos y sentimos podamos plantar la semilla de esperanza, porque al predicar con el ejemplo, tal vez, y sólo tal vez, si Dios quiere, tengamos los argentinos otra oportunidad.



Dante Calori







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